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La llegada del 5G ha marcado un antes y un después en el desarrollo de las ciudades inteligentes.
La vida urbana está experimentando una transformación acelerada, impulsada por la convergencia del Internet de las Cosas (IoT), la inteligencia artificial (IA) y la expansión de las redes 5G. Lo que hace unos años parecía ciencia ficción hoy se materializa en las grandes ciudades del mundo.
De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, para el 2050 casi el 68% de la población mundial vivirá en áreas urbanas. Este crecimiento trae consigo enormes retos: ofrecer servicios más eficientes, optimizar recursos limitados y prepararse para los impactos del cambio climático.
En este escenario, surgen las ciudades inteligentes y conectadas. Gracias a sensores de tráfico, medidores de consumo energético o monitores de calidad del aire y del ruido es posible recolectar datos que permiten a las autoridades tomar decisiones rápidas y efectivas para mejorar la vida de los ciudadanos.
Toda esta información fluye a través de redes 5G de alta velocidad y baja latencia hacia plataformas centralizadas, donde se procesa y se convierte en acciones inmediatas. Así, el 5G dejó de ser una promesa para convertirse en el eje de la transformación urbana.
En el 2025, su despliegue redefine el concepto de ciudad inteligente al habilitar conectividad masiva, gestión eficiente de recursos y una vida urbana más segura y sostenible. Más que ofrecer conexiones rápidas, la tecnología 5G aporta la infraestructura digital que permite a las ciudades pensar, reaccionar y adaptarse en tiempo real. De esta manera, marca un salto cualitativo en la evolución urbana hacia modelos más sostenibles, eficientes y resilientes, consolidándose como una herramienta clave para enfrentar los desafíos de la urbanización y mejorar la calidad de vida en las ciudades.
En medio de esta carrera por aumentar la conectividad de 5G, América Latina ha acelerado el paso. Se espera que para 2030 el 57% de las conexiones móviles en la región se dé a través de estas redes, lo que representa un salto cualitativo respecto a la cobertura actual, según datos de la consultora GSMA.
Esta adopción del 5G se enmarca en una coyuntura digital prometedora: el 71,5% de los latinoamericanos ya está conectado a Internet, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este escenario ofrece una base sólida para que la región aproveche las capacidades avanzadas que habilitan las llamadas ciudades inteligentes.
Además, según proyecciones de Statista e IDC Latin America, el mercado de ciudades inteligentes en la región crecerá a una tasa anual del 27% entre 2025 y 2030.
Estas alentadoras cifras dependen en buena parte de que el despliegue de la infraestructura 5G por parte de las empresas de telecomunicaciones supere obstáculos estructurales como la falta de espectro radioeléctrico, altos costos de instalación y la necesidad de nuevos modelos de monetización.
En Colombia, por ejemplo, Claro está haciendo el despliegue de la red 5G de forma progresiva en más de 20 ciudades, ampliando su cobertura con múltiples inversiones lo que permitirá cubrir más zonas del territorio nacional para seguir impulsando la innovación urbana. Esta iniciativa se alinea con los esfuerzos del Ministerio TIC por acelerar la adopción tecnológica con enfoque territorial.
En ciudades como Barcelona (España) y Seúl (Corea del Sur), los contenedores de basura cuentan con sensores ultrasónicos que detectan su nivel de llenado. Esa información se transmite a un centro de control que reorganiza las rutas de los camiones en tiempo real.
¿El resultado? Menos recorridos, menos emisiones, menor consumo de combustible y calles más limpias.
La salud en las ciudades inteligentes trasciende el espacio físico de hospitales y clínicas. Ahora se basa en datos, tecnología conectada y atención personalizada. Por ejemplo, en el hospital Mount Sinai de Nueva York, Estados Unidos, la combinación de dispositivos de monitoreo remoto y sistemas de diagnóstico por IA ha transformado la experiencia médica. Este enfoque ha disminuido errores de diagnóstico y, durante la pandemia de COVID-19, logró reducir significativamente los tiempos de espera.
En Estados Unidos, ciudades como Los Ángeles tiene en operación un sistema automatizado llamado ATSAC que ajusta los semáforos según el flujo real del tráfico, reemplazando los horarios fijos por una respuesta dinámica. En Pittsburgh, el sistema Surtrac permite que los semáforos se adapten a las condiciones del tráfico en lugar de depender de ciclos preprogramados y las intersecciones se comuniquen entre sí, optimizando los tiempos de espera mediante IA. Gracias a esto, la ciudad ha logrado reducir los tiempos de viaje hasta en un 25%, junto con una baja notable en emisiones contaminantes.
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Fuentes: